El dominio de territorio y la guerra ha marcado de forma importante los cambios en la dinámica entre hombres y mujeres. Nuestras generaciones (en este caso me refiero a la de mis bisabuelos y abuelos y, por tanto, la de mis padres y la mía) no son la excepción y llevamos la huella de los grandes conflictos armados del siglo XX.
Como en todas las guerras, en ellas también hubo migración, despojo, robo y muerte. Muchos niños, niñas y mujeres fueron violados, violentados, sometidos y asesinados.
Muchas mujeres se quedaron solas con sus hijos y tuvieron que salir a buscar el pan para alimentarlos. Esto abrió nuevas perspectivas, pues nos dimos cuenta de lo capaces que somos. Sin embargo, en la mayoría de los casos, ese autodescubrimiento sucedió desde el dolor.
Hubo infinidad de familias rotas que forjaron los corazones de los sobrevivientes con soledad, profunda tristeza, enojo y desconfianza y, al mismo tiempo, dieron origen a una generación de mujeres que tuvieron que sobreponerse en extremo para salir adelante con sus hijos, ancianos y combatientes heridos.
Es de esa generación de mujeres que descendemos y de quienes aprendimos a hacer todo solas por fidelidad a la creencia de que “no necesitamos a un hombre que lo haga por nosotras”. Somos esta generación femenina que nos desgastamos queriendo encargarnos de cada vez más responsabilidades, que nos olvidamos de nosotras mismas y, además, que nos exigimos perfección.
Otra herencia de las familias de la postguerra son los corazones cerrados y la soltería de los descendientes para no volver a sentir el dolor que sintieron las esposas, madres e hijas de nuestro linaje.
Para sanar mi linaje femenino
He tenido la fortuna de acompañar a muchos hombres, que han sido mayoría del total de mi práctica profesional. Creo que esto se debe a que desciendo de un linaje de hijas cuyos padres no se pudieron quedar, de mujeres que entregaron su corazón y su cuerpo, pero se quedaron solas con esas hijas llenas de enojo, dolor y deseos de venganza. Así que, para sanar a todas estas mujeres, alguien tenía que conocer la otra cara de la moneda.
Si en tu historia personal y familiar también ha habido historias de dolor con los hombres, amorosamente te comparto lo que he aprendido de ellos.
Si te abres a una nueva perspectiva para verlos, también serás tú quien ayude a sanar a las mujeres que vinieron antes y vendrán después de ti.
Algo de lo que he descubierto de los hombres y la energía masculina.
Los hombres también han sido heridos por mujeres heridas que nos les han podido dar el amor que tanto anhelan. Esto los ha hecho sentirse desconfiados de mostrarse auténticos y vulnerables. A ellos les gustaría ser aceptados y validados por las mujeres. Les duele cuando son juzgados o corregidos constantemente.
Ellos pueden elegir y amar sólo a una mujer y dar lo mejor de sí mismos para ella y sus hijos.
Aman pasar tiempo con sus hijos. Su felicidad y bienestar son temas que les preocupan.
Con mucho amor, nos dan lo que les pedimos, pues les agrada vernos felices.
No saben cómo expresar lo que sienten. Nadie les enseñó. Cuando lo intentaron, fueron juzgados o se puso en entredicho su masculinidad.
En verdad, los hombres no saben cómo hablar dando detalles.
No les interesa la vida de nuestras amigas. Nos escuchan porque les gusta pasar tiempo con sus mujeres.
Odian que los regañemos como si fueran niños.
También les gusta recibir grandes detalles y sorpresas.
Los hombres infieles muchas veces actúan desde el dolor de una herida.
Los hombres y mujeres, de ser a ser, somos muy parecidos. Sólo a nivel de la forma somos diferentes: usamos diferentes lenguajes y caminos para lograr el mismo objetivo.
Si más mujeres nos abriéramos a la posibilidad de creer que existen una gran cantidad de hombres de todas las edades como los que te acabo de describir...
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¿Crees que podríamos romper la dinámica de dolor en la que estamos ciclados?
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SI TU RESPUESTA FUE SÍ
El primer paso para lograrlo es reconocer que todas esas heridas y creencias han sido heredadas. Te pido que te des cuenta de que puedes escribir tu propia historia, como creadora, creador y no entendiéndola como una consecuencia inevitable de la vida de los demás.
SI TU RESPUESTA FUE NO
Está bien. Sólo te pido que te des cuenta de que eres inocente de haber heredado esas creencias y de, tal vez, haber replicado alguna experiencia. Nota, eso sí, que tú eres responsable de cambiarlo por tu propio bien.
Ahora, si lo que te hace responder no es una experiencia muy fuerte y difícil de manejar, consulta a un especialista que te acompañe a crecer y regresar a la paz.
Mereces que haya en tu vida hombres maravillosos con quienes compartir tu vida y hacer equipo.